martes, 27 de agosto de 2019

Leyenda de perros y truenos


Cuenta una antigua leyenda que los perros del lugar, antaño no aullaban cuando los truenos amenazaban con romper el cielo, cubierto de nubarrones.
Un día, que nadie recuerda, llegó uno con conocimientos de más allá del valle. Uno que, con cada trueno, temía que el gran perro viniese a apoderarse de su manada. Por ello, tenía que aullar con más fiereza que el temible trueno, tenía que demostrar que él le haría frente, por muy grandes que fueran sus rugidos. El resto de perros permanecían en silencio, escondidos o ignorantes de lo que venía.
Y la tormenta llegó, y el viento zarandeó los árboles, obligándolos a inclinarse para saludar al monstruo. El perro aullaba sin cesar, respondiendo a los árboles que silbaban y susurraban que ya estaba aquí; y los rayos rasgaron las nubes, dejando caer el agua que atesoraban en su interior. Ya era tarde. El perro buscó el escondrijo más oculto, entre gemidos que alertaban a su manada a que lo imitaran. Algunos prudentes lo imitaron, pero los más ignorantes, valientes, o ambas cosas, decidieron hacer frente al que venía. Ladraron a rabiar, ladraron hasta quedarse afónicos y cuando no pudieron más, enseñaron los colmillos en señal de lo que le esperaba al intruso.
De las montañas bajó, arrasándolo todo a su paso, el gran monstruo. Una tromba de agua imparable que arrancaba árboles, e incluso arrastraba rocas, dejando un rastro de destrucción a su paso marcado por un río de barro.
La manada fue diezmada hasta casi su exterminio. Los supervivientes aprendieron, por las malas, que los truenos eran la presentación del monstruo que una vez casi acabó con ellos.
Desde entonces cada trueno, cada rayo e incluso el viento más feroz es recibido con aullidos de alerta.
Tiempo después, mucho más de lo que nadie podía recordar, otro vino de más allá del valle. De donde venía no existían tales monstruos. Allí todo era árido, llano y lejano... Muy lejano. Cuando llegó no ladraba ni aullaba y no entendía porqué el resto lo hacía. Vio que el miedo se había apoderado de esa manada y vio la oportunidad de erigirse líder. Si él no aullaba a los truenos, el resto dejaría de hacerlo. No fue así: el miedo era más poderoso que el propio recuerdo y él también acabó ladrando y aullando, para luego correr a esconderse del terrible monstruo. Un monstruo que nadie había visto, que nadie recordaba, pero que todos temían.

Texto e ilustración: Gregorio Sánchez Agosto 2019

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