De cómo fue El
Robonáuta.
A principios del año 2017 Mario-Paul Martínez me propuso escribir
un guión para un cortometaje que iban a realizar los estudiantes de
2º curso del Grado en Comunicación Audiovisual de la UMH de Elche,
en colaboración con El Caleidoscopio y el Ros Film Festival, el
primer festival online de cortometrajes con temática robótica.
Gracias al Grupo de investigación en Neuroingeniería Biomédica y
al Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática de la UMH .
Ya en la propuesta
se incluía la temática: Ciencia Ficción con Robots. Es uno de mis
temas favoritos y tenía muchas ganas de escribir una historia de
estas características.
Estuve toda una
semana con ideas que surgían como pompas de jabón y que luego
estallaban al volverse inviables para una producción tan pequeña.
Contar una historia
futurista, con mensaje, pocos actores, pocas localizaciones, pocos
efectos especiales y, sobretodo poco o ningún presupuesto, me
resultó difícil. Al final me centré en la historia que tenía que
sobreponerse a todas esas dificultades y alguna más que saldría
después.
Ya que la
localización de rodaje era el propio campus universitario, lo mejor
era hacer una historia de investigación. Al ser este tipo de
historia, no hacía falta mostrar mucho, ya que los personajes eran
investigadores.
Otra de mis
preferencias era lo relacionado con el espacio y los cohetes, lo que
me daba comodidad para usarlo como tema central de la historia.
Quise que el guión
tuviera una estructura típica, con sus puntos de giros, conflictos,
crecimiento de personajes y esas cosas que escriben los que
entienden.
Mario estuvo en
todo momento apoyándome y transmitiéndome su entusiasmo. Me envió
fotos de los robots-actores que se utilizarían en el rodaje, lo que
también me ayudó a adaptar la historia para que no fuera muy
complicada.
Ya que las fechas
de rodaje estaban fijadas, tuve que darme prisa en escribir el guión.
Prácticamente en un fin de semana lo tuve. A principio de la
siguiente se lo envíe a Mario, el cual lo aprobó enseguida. Sé que
le gustó, además el apremio de tiempo no daba margen para muchos
retoques. De hecho no sé si hizo alguno.
Mi trabajo estaba
hecho, o eso creía yo. Solamente quedaba esperar para ver el
resultado.
Los medios de
comunicación de la Universidad y la prensa local se hizo eco del
rodaje, y realizaron algunos artículos y minireportajes.
Asistí un par de
veces al rodaje y pude comprobar las dificultades que tenían los
chavales para que los robots, al ser programados, hicieran lo que
ellos querían, en el momento adecuado.
Fueron sorteando
las numerosas dificultades como buenamente pudieron, y supongo que
esto supuso un gran aprendizaje para ellos, y por supuesto para mí;
que tampoco soy muy experto.
Terminaron de
rodar, aplaudieron (unos más que otros, todo hay que decirlo), se
felicitaron (esta vez sí que todos), recogieron y se fueron de
fiesta. Yo regresé a casa preocupado por el resultado final, pero a
la vez ilusionado. Me había divertido y eso es lo que me llevaba.
Ahora a esperar al
montaje.
Y esperé. Esperé.
Esperé. En alguna conversación con Mario, le preguntaba como iba el
montaje. Él se reía y me comentaba las dificultades. Fin de curso,
exceso de actividades, poco tiempo y menos ganas... La persona que
tenía que montarlo o no le puso mucho interés o no se sintió capaz
de montar “aquello”. El caso es que el corto cayó en el limbo de
los proyectos inacabados sin vistas a futuro.
Pasó el tiempo. Yo
no quise presionar, más allá de algún comentario jocoso a los
responsables, sobre todo a Mario, que es con quién tengo más
confianza. Al fin y al cabo era una colaboración para que los
estudiantes practicaran y aprendieran a rodar.
A finales del año
2018 me plantee terminar yo el montaje. No quería involucrarme, pero
me daba pena que aquello terminase muriendo en el olvido. He
escuchado muchas veces que los trabajos hay que terminarlos, para
bien o para mal. Aunque el resultado sea regular o incluso malo y
cargado de fallos, hay que terminarlo. Así que le pedí los archivos
brutos y todo el material que hubiera disponible a Marío para
hacerlo yo. Me dijo que sí, que por supuesto lo buscaría y me lo
facilitaría.
Dejé pasar la
Navidad de 2018 y finalizando enero se lo volví a reclamar. Sin
problema, a principios de febrero me trajo un disco duro portátil,
que había pedido a Vicente J. Pérez, donde estaba todo el material
que se había rodado. Bromeamos un poco sobre los tiempos y si
estaría listo para el Festival de Cine Fantástico de Elche,
FantaElx. Le dejé claro que yo no iba a tener ninguna prisa y que
tendría libertad para hacerlo como yo creyera conveniente.
Esta vez no esperé
mucho. Descargué el material en mi ordenador y me dediqué, a
ratitos a visualizarlo, escucharlo y clasificarlo. Aquí es donde uno
ve la importancia de la figura del script o asistente de rodaje. Por
suerte tenía el guión técnico y el plan de rodaje que llevaron, lo
que me ayudó mucho.
Tenía decidido que
haría casi todo el trabajo de edición, montaje e incluso algunos
efectos visuales (o VFX) que quería implementar con el programa de
código abierto Blender 3D. Ya había hecho cosas con este programa y
estuve poniéndome al día con la última versión.
Un primer montaje,
así en bruto, me mostró como podría quedar, así como los agujeros
y fallos que se podrían corregir o otros que no. Para los que no,
habría que usar la imaginación para que no se notaran mucho.
Durante todo el año
2019, a ratitos y usando mi tiempo libre de otras actividades fui,
editando, modelando, animando y, sobre todo, realizando máscaras a
mano, muchas máscaras y echando de menos los fondos croma. Durante
este trabajo escuchaba música y efectos libres de derechos para ir
buscando la apropiada.
Pasos para
adelante, otros para atrás. Mucho ensayo y error. Momentos de
desesperación al no conseguir el resultado deseado y acabar
conformándome con lo que tenía.
Poco a poco se
fueron acumulando los resultados hasta que tuve que decidirme cuando
quería terminarlo. Podía estar retocando eternamente pero el
objetivo era terminarlo, sin plazo, pero terminarlo.
Pasó el Festival
de Cine Fantástico de Elche y no lo tenía terminado. Estaba muy
avanzado pero todavía no.
Me plantee que
estuviera acabado, quedase como quedase, antes de terminar el año.
Fueron fines de semana de “montajes finales”. Comentarios en casa
por el deficiente sonido y comprensión de los diálogos. Uno tras
otro, pequeños retoques tras pequeños retoques. Renderizar y volver
a renderizar.
A final de
noviembre le pasé un montaje, a falta de ajustar color y poner
créditos a Mario. Compartió el montaje con Vicente y a ambos les
pareció bien. Me pasaron los logotipos, listado de participantes y
algunos consejos de retoque.
Algunos montajes
más y una auténtica pelea para equilibrar el color e intentar
mejorar el sonido.
Hasta que dije:
¡Basta! Hasta aquí.
Les envié la que
fue la última versión del montaje y según me comentó Mario:
“Los detalles (y
no tan detalles) cambiados, tanto en el montaje como en la
posproducción y color, le han dado un gran empujón al cortometraje.
Estoy seguro que tu también lo ves más “vivo”.
Yo lo veo mucho
mucho mejor y ya, además, acabado y listo para volar.
Madre mía, has
hecho milagros con el material que teníamos... ¡Enhorabuena!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario