sábado, 29 de noviembre de 2008

Insidioso Reloj

Al tiempo que se recostaba en la silla bufó sonoramente y con un suave empujón se apartó de la mesa del despacho. Miró el reloj de pared que presidía la oficina. Ese reloj que indicaba la rutina diaria a seguir, era como el ojo inspector que vigilaba cada uno de sus movimientos.
Pensó con satisfacción que había terminado el trabajo con tiempo de sobra. La correspondencia estaba clasificada, las facturas preparadas, avisados los proveedores, los cheques en espera de la aprobatoria firma y calculadas las horas extraordinarias. Todo ello en tiempo record.
-Que rapidez. - Pensó para sus adentros.
La duda cruzó planeando sus pensamientos ensombreciendo su luminosa y radiante cara de satisfacción. Tras volver a mirar el reloj decidió repasar el trabajo. Demasiado deprisa, pensó, he terminado muy pronto, con lo cual lo he hecho demasiado rápido. Seguro que hay algo mal.
Se encendió un cigarrillo, le dio un par de profundas caladas y lo depositó en el abarrotado cenicero con forma de cara sonriente.
Cogió las bandejas con la correspondencia y repasó cada carta por encima. Las facturas en una bandeja, las letras devueltas en otra, una tercera para la publicidad, los...
- Pero qué demonios hace la nueva tarifa entre la publicidad -, maldijo entre dientes. - Lo sabía, tenía que haber prestado más atención. Maldita sea.
Volvió a mirar el insidioso reloj. Las agujas que giraban a demasiada velocidad, o eso le parecía, le indicaron lo próxima que estaba la llegada del encargado. Dio dos caladas a su casi consumido cigarrillo.
A continuación revisó las facturas, las contó y estaban todas, pero al dejarlas otra vez sobre la mesa advirtió que en una de ellas no estaba calculado el I.V.A. golpeó sonoramente la mesa con la mano volviendo a maldecir. Calculó rápidamente y rectificó la factura. Al tiempo que la dejaba en su sitio repasó mentalmente la lista de proveedores y por lo menos eso si estaba bien. Todos avisados.
El estridente aviso sonoro del reloj le llegó como una descarga directa al corazón. En respuesta a la ficticia descarga este aumentó la frecuencia cardíaca produciendo un leve mareo. Instintivamente miró hacia la puerta cerrada. En cualquier momento se abriría bruscamente y entraría el encargado como un toro en el coso.
Se encendió otro cigarrillo, le dio dos profundas caladas y fue a dejarlo en el cenicero. La cara sonriente que representaba el cenicero, se había transformado en una entristecida mueca. Cuando consiguió salir de su asombro se dio cuenta que el cenicero había saltado con el golpe, girándose al revés. Las colillas y ceniza habían caído como una avalancha sobre los cheques, cubriéndolos por completo. El corazón subió de revoluciones. Volvió a llevarse el cigarrillo a la boca y, cegándonse con el humo, la emprendió a manotazos con los cheques para apartar la pestilente ceniza, consiguiendo unas abstractas manchas negruzcas sobre ellos.
Su agitada respiración consumía el cigarrillo, provocando más humo. El inaudible tic-tac del reloj martilleaba sus sienes. Volvió a mirarlo con los ojos irritados y las lágrimas hicieron que confundiera los números. La puerta emitió un crujido y el susto hizo que retirara el tabaco de su boca con brusquedad.
Con la mente en los pictóricos cheques, volvió a calcular las horas extraordinarias. No cuadraban y las volvió a calcular llegando a la conclusión que era imposible que un ser humano hiciera más horas de las que tenía el día. Arrugó la hoja del taco de notas y la lanzó con violencia a la papelera.
Mantenía el cuello rígido para evitar mirar el demoníaco reloj. Pero no podía ensordecer sus oídos, y escuchó cómo la puerta se abría. El saludo de la persona que acababa de entrar hizo que instintivamente mirara hacia la puerta haciendo crujir su tenso cuello.
El dolor hizo que cerrara sus húmedos ojos y cuando los abrió no distinguía los detalles de su alrededor. Sin pensarlo arrojó los cheques a la papelera. La difusa forma se acercaba a su mesa. El sudor volvió pegajosas sus manos adhiriendo uno de los cheques a la diestra. Agitó la mano desprendiendo el cheque y la punta encendida del cigarrillo.
Se frotó los ojos y tras superar el momentáneo picor su vista se aclaró y le reveló la figura del encargado que miraba con los ojos desorbitados por la sorpresa.
Con avidez intentó en vano limpiar la mesa con la mano, pringándosela de ceniza y restos de tabaco. Su desbocado corazón producía un molesto repiqueteo en el pecho y el sudor caía como una cascada sobre sus ojos.
El encargado se acercó a su mesa con una lentitud desesperante, como una mala película de acción, y estupefacto dio un largo y sonoro suspiro mientras preguntaba: ¿Que ha pasado aquí?.
Antes de que sus ojos volvieran a irritarse y nublarse, se los limpió con la mano y de paso el resto de la cara, impregnándosela de restos de tabaco.
- Yo... yo... yo... esto... yo... pues...- balbuceaba.
Toleramos los tatuajes, los piercing y hasta el pelo de color, pero las pinturas de guerra en el rostro ya supera nuestra tolerancia- dijo el encargado con malicia.
Le palideció la cara, el torrente de sudor freno en seco, casi congelándose, el cuello le dolía horrorosamente y la absurda mueca de su ennegrecida cara le daba un aspecto ridículo.
El encargado volvió a suspirar con resignación y dijo; - Le recuerdo que la factura de suministros no debe llevar el IVA pues no lo sabemos todavía y la nueva tarifa que tiene que llegar... - El encargado señaló hacia la humeante papelera al tiempo que preguntó.
- ¿Pero que es esa humareda que sale de la papelera? ¿Que se está quemando?
Eso fue demasiado y tras mirar la papelera, cruzó los brazos, apoyó la cabeza sobre la desordenada mesa y rompió a llorar desconsoladamente.
El encargado sentenció: - Bueno, para ser una prueba quizás se ha dejado llevar un poco por los nervios.
-Ah, una última cosa. Antes de marcharse anote que hay que volver a publicar la oferta de trabajo y hay que añadir la frase “Capaz de trabajar bajo presión”.
-No nos llame. No se preocupe. Tenemos sus datos y ya lo haremos nosotros.

Gregorio Sánchez. Mayo 2004.
(Publicado en 2010 en el libro "Relatos de Gregorio Sánchez" de Gregorio Sánchez. I.S.B.N.: 978-84-614-0192-5 - Depósito Legal: A-409-2010)

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El relato en pdf: Insidioso reloj

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