domingo, 14 de junio de 2009

Otro papel en el suelo

Cabreado, descargó su ira sobre la hoja de papel repleta de garabatos. La troceó a manotazos, para luego componer una bola con los restos, que arrojó con furia a la papelera. Otro papel en el suelo.
Colocó un folio nuevo en el escritorio y, como un ritual, intentó poner en orden sus ideas al tiempo que hacía lo mismo con los útiles de escritura. Rellenó el bote con los lápices y bolígrafos que tenía esparcidos por la mesa a la vez que volvía su mente a la idea original. Emparejó el paquete de folios y pensó en el orden de los párrafos. Sopló sobre los restos de papel y goma de borrar que campaban por doquier, intentando sacudirse también los problemas de la semana anterior. En lo profesional, el no cobrar alimentaba el no pagar. En lo social, su vanidad se transformaba en un egoísmo incapaz de escuchar a los demás. En lo personal su desánimo se acercaba peligrosamente a la depresión.
Bebió un sorbo de agua, y reemprendió la tarea. Con una mano se sujetaba la cabeza y con la otra golpeaba repetida, y casi rítmicamente, el folio en blanco hasta pulverizar la punta del bolígrafo. Tenía la boca seca y apuró el agua del vaso. Eructó y cogió la pluma para retomar, o más bien empezar, el libro.
Quizás no estaba en condiciones anímicas de escribir una novela extensa; sería mejor reducir un poco las aspiraciones a una novela corta o un relato y, sobre la marcha, ya decidiría sobre su extensión.
Vio con el rabillo del ojo el destrozado bolígrafo y, con un acto reflejo, lanzó la pluma al otro lado de la mesa. La delicada pluma hubiera seguido la suerte del bolígrafo de no haberse detenido. Estaba demasiado nervioso y continuaba con la boca seca.
Quizás no era buena idea encerrarse en casa. Se dirigió a la cafetería de la esquina en busca de algo que le refrescase el gaznate.
Bebió a tragos largos y, una vez hubo vaciado la botella, notó el ánimo más alegre. Otra cerveza todavía lo animó más. Al poco, un variopinto grupo de botellas y vasos vacíos se acumulaban en la mesa. Notaba como las brumas de su mente se despejaban, mientras aumentaban las de su vista. Las alargadas y difusas formas de los clientes del bar se convertían en nítidos personajes en cuanto apartaba la vista de ellos.
Tenía que aprovechar el momento y, extendiendo una hoja de papel, comenzó a tomar apuntes y notas. Inmerso en el ambiente, veía claramente a los personajes, comprendía la trama e intuía sus reacciones. Estaba eufórico y parloteaba para sí mismo al tiempo que continuaba anotando en sucesivas hojas. Cuando ya no le quedó sitio para seguir anotando, recogió todo como un preciado tesoro y se marchó tan rápido como sus vacilantes piernas le permitían.
Ya de regreso, en casa, depositó los papeles en la mesa y, palmeándolos con cariño, fue cerrando los ojos hasta que se quedó profundamente dormido sobre ellos.
Despertó sobresaltado y los restos de alcohol que todavía recorrían su cuerpo lo empujaron de la silla haciéndolo caer al suelo, arrastrando consigo los papeles que había en la mesa. Desde el suelo, veía las palabras girar en torno a su cabeza y en cada giro se deshacían como castillos de arena. Sus ideas, sin los amarres de las palabras, se alejaban de su mente como hojas flotando suavemente en un río tranquilo. Su pulso se aceleró e intentó en vano concentrarse en mantener vivo el recuerdo, pero era dar manotazos al agua alejándolas todavía más. Una sucesión de pinchazos le obligó a sujetarse la cabeza mientras gruñía dolorido. Miró los papeles esparcidos por el suelo y sonrió con sarcasmo al tener las ideas a salvo en ellos. Se puso a recogerlos, pero lo único que consiguió fue amontonarlos en un rincón. Ante la incapacidad de hacer nada útil, se arrastró hasta la cama donde se dejó caer.
Había dormido menos de lo que parecía y menos aún de lo que a él le hubiera gustado. La resaca le provocaba un dolor en las sienes que pisoteaba cualquier idea que intentaba asomar por ella.
El café con leche y la aspirina tranquilizaron a los elefantes que campaban por su cabeza. Ahora podía sonreír sin que le doliera las mandíbulas al hacerlo; en una expresión de triunfo al haber vencido a la resaca que anulaba su inspiración. Era el doloroso precio que estaba dispuesto a pagar a cambio de la lucidez, por muy contradictorio que pareciera.
Recogió los todavía amontonados papeles del rincón y los esparció sobre la mesa. Miró con asombro las anotaciones, los diagramas, las frases… aquello era un galimatías de letras y rayas, tan… tan… ¡incomprensible! Durante un buen rato estuvo intentando componer un puzle cuyas piezas no encajaban. Fue retirando las anotaciones de las que no se podía sacar nada en claro, hasta que solamente quedó una.
El efecto de la aspirina se desvaneció demasiado pronto, su boca se espesó pidiéndole urgentemente agua. Más agua donde pudieran saciar su sed los elefantes que volvían a ponerse nerviosos y a pisotear sus pensamientos. Aquello le enfureció sobremanera, todas aquellas maravillosas ideas echadas a perder.
La espiral giraba llevándolo de nuevo al punto de partida, aunque cada vez más cerca del abismo.
Cabreado, descargó su ira sobre la hoja de papel repleta de garabatos. La troceó a manotazos, para luego componer una bola con los restos, que arrojó con furia a la papelera. Otro papel en el suelo.


Gregorio Sánchez. Junio 2009.
(Publicado en 2010 en el libro "Relatos de Gregorio Sánchez" de Gregorio Sánchez. I.S.B.N.: 978-84-614-0192-5 - Depósito Legal: A-409-2010)


Otro papel en el suelo en audiorelato






El relato en pdf: Otro papel en el suelo

3 comentarios:

Tyrell dijo...

Buenas Bare soy Tyrell!

Me ha gustado mucho el relato. Aunque quizás hay cosas que se podrian pulir (bolígrafo y pluma parecen casi anacronismos) o agua para beber es casi un huída del tópico del escritor que bebe para inspirarse.

Has leído alguna vez algún relato corto de Saki? Y la novela de Seteven Hall "La memoria del tiburón"? En caso negativo, échales un vistazo a ver qué te parecen.

Un abrazo!!!!

Gregorio Sánchez dijo...

Tyrell, me alegro que te haya gustado y gracias por tu comentario.
El bolígrafo y la pluma son elementos para darle un ambiente clásico. Lo del agua no es ni más ni menos que lo que suele pedir la resaca.
No he leido tus recomendaciones, pero, por supuesto, las tendré en cuenta.

Ofilatria dijo...

El relato es malo: es inconexo,y el topico,tan topico que es...no veo el malditismo por ningun sitio...y la bebida es depresora; no hace al artista trabajar(mas bien lo constrario)...quizas si el hachis o algun compuesto quimico

concluyendo: eres redundante escribiendo,y te repites demasiado,para luego precipitarte...deberias tener mas cuidado con los topicos y manejo de conceptos y figuras literarias.

recuerda que verba volant!